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¿Cómo curar la hipertensión arterial?

  Este artículo fue redactado y avalado por la nutricionista: Lic: Fernanda Ramirez

¿Cómo curar la hipertensión arterial?

En la mayoría de los casos, la hipertensión se asocia con cambios en el sistema cardiovascular y comorbilidades. Actualmente, se pone mucho énfasis en la individualización del tratamiento, y la elección de la preparación adecuada está determinada por el estado general del paciente y las posibles enfermedades coexistentes.

Medicamentos para la hipertensión

Los principales grupos de fármacos utilizados en el tratamiento de la hipertensión incluyen: diuréticos, antagonistas del calcio, β-bloqueadores, inhibidores de la ECA, bloqueadores α1-adrenérgicos y antagonistas del receptor de angiotensina II.

Los fármacos con una duración de acción prolongada también juegan un papel importante, ya que permiten una reducción uniforme de la presión con efectos secundarios mucho menores. Su ventaja es que se pueden utilizar en una sola dosis, lo que garantiza un mejor cumplimiento del paciente. Es importante que los medicamentos que se toman reduzcan el aumento de la presión arterial por la mañana. Durante este período, se observa una mayor incidencia de complicaciones cardiovasculares.

Hipertensión en el curso de la diabetes

Más del 70 por ciento los diabéticos tipo II tienen presión arterial alta. A pesar de unos simples criterios diagnósticos y una gran cantidad de fármacos eficaces, en la mayoría de los casos no se controla adecuadamente.

Al realizar una entrevista, el médico o farmacéutico debe recordar que en el curso de la diabetes tipo I, la presión arterial se mantiene en un nivel adecuado durante los primeros 5 a 10 años después del diagnóstico. Solo el desarrollo de nefropatía generalmente conduce a la aparición de los primeros síntomas visibles. El cuadro clínico es completamente diferente en la diabetes tipo II: aquí la hipertensión precede al diagnóstico de la enfermedad y está presente en el momento del diagnóstico.

La hipertensión no tratada es un factor de riesgo importante para el síndrome de angiopatía diabética, es decir, cambios en los vasos sanguíneos que a menudo conducen a la progresión de la cardiopatía isquémica, insuficiencia renal, daño en la retina, pie diabético o la aparición de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.

Por tanto, de acuerdo con los criterios actuales, el objetivo de la terapia es lograr una presión arterial por debajo de 130/80 mm Hg o por debajo de 125/75 mm Hg en pacientes con proteinuria mayor de 1 g por día. Una condición para el inicio del tratamiento es el control de los niveles de glucosa en sangre.

El fármaco antihipertensivo ideal para diabéticos no solo debería normalizar eficazmente la presión arterial, sino también mostrar indiferencia metabólica.

Debido a los beneficios terapéuticos adicionales, principalmente relacionados con la seguridad de uso, la acción nefro y cardioprotectora y el precio relativamente bajo, los inhibidores de la ECA son las preparaciones preferidas en el tratamiento de la hipertensión en los diabéticos.

La ventaja indudable de esta clase de fármacos es la falta de influencia sobre la secreción de insulina y el metabolismo de la glucosa.

También se ha demostrado que los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina son eficaces para reducir la proteinuria y la presión glomerular sin afectar el proceso de filtración en los riñones.

Esto es de particular importancia para los pacientes con nefropatía diabética en etapa temprana. Sin embargo, los especialistas recomiendan que se tomen medidas de precaución en ancianos y pacientes con insuficiencia renal.

Hipertensión y enfermedad renal

Durante mucho tiempo se ha intentado determinar si las enfermedades renales son la causa de la hipertensión arterial o si es el aumento de presión lo que daña los riñones. Hoy sabemos que la conexión de estos dos factores es sumamente compleja, por lo que ambas afirmaciones deben considerarse correctas.

La frecuencia de los síntomas cardiovasculares en el curso de la nefropatía depende del grado de daño de este órgano, la edad, el sexo (ocurre con más frecuencia en hombres que en mujeres) y la cantidad de sal en la dieta.

En condiciones fisiológicas, la cantidad de sodio excretado se ajusta a su ingesta. Sin embargo, la situación se vuelve más complicada en pacientes con hipertensión.

Entonces, se produce la hipervolemia (es decir, un aumento de líquido en el lecho vascular), que a su vez intensifica aún más los síntomas de la enfermedad. No olvidemos que estos procesos también están influenciados por el sistema simpático y factores hormonales.

De gran importancia en el tratamiento de las enfermedades renales crónicas es la reducción de la proteinuria, que puede causar fibrosis renal grave.

Por otro lado, el primer síntoma que se observa es el aumento de la presión arterial, medida, por ejemplo, durante los controles periódicos, o la micción con más frecuencia de lo habitual, especialmente por la noche. Además del tratamiento farmacológico, aquí es importante la actitud correcta del paciente. Se ha demostrado que la pérdida de peso, la restricción de sal (menos de 5 g por día), dejar de fumar y prevenir las deficiencias de vitamina B6, B12 y ácido fólico pueden reducir significativamente la excreción urinaria de proteínas.

Los niveles altos de potasio en sangre también pueden ser un problema grave. Algunos fármacos habituales en el tratamiento de la hipertensión (incluidos los inhibidores de la ECA, los sartanes, los bloqueadores beta, los diuréticos ahorradores de potasio) contribuyen a la hiperpotasemia, que a su vez afecta directamente el funcionamiento de los riñones.

Recuerda que los AINE y algunos complementos dietéticos tienen un efecto similar, que combinado con una dieta rica en potasio (patatas, tomates, brócoli, zanahorias, pescado, conservas y carnes procesadas), puede agravar los síntomas de la enfermedad.

Hipertensión e hipertiroidismo

El funcionamiento del sistema circulatorio se altera significativamente en respuesta a alteraciones en la secreción de hormonas tiroideas. Los síntomas clínicos de esta situación incluyen: arritmias, disnea, taquicardia, angina e hipertensión arterial. También reduce la resistencia de las venas y aumenta el riesgo de accidente cerebrovascular.

El diagnóstico incorrecto da como resultado la ineficacia de la terapia, que en casos extremos puede resultar en complicaciones graves. Debe recordarse que los síntomas cardiovasculares suelen ser el primer síntoma de una glándula tiroides hiperactiva, especialmente en los ancianos.

La terapia del hipertiroidismo en el caso de complicaciones cardiovasculares no difiere significativamente de los estándares generalmente aceptados. El grupo principal de preparaciones son tirostáticos.

Sin embargo, los betabloqueantes, en particular el propranolol, se destacan en la terapia adyuvante. Se ha demostrado que, además de sus efectos beneficiosos sobre el sistema circulatorio, inhibe la conversión de tiroxina en la triyodotironina más activa, lo que reduce los síntomas tanto del hipertiroidismo como de enfermedades coexistentes.

Debe destacarse la resistencia de los pacientes con hipertiroidismo a los glucósidos digitálicos. Estos fármacos, que todavía se utilizan fácilmente en la insuficiencia cardíaca, especialmente en asociación con la fibrilación auricular, generalmente no causan la desaceleración esperada de la frecuencia ventricular o el efecto antiarrítmico esperado en pacientes con hipertiroidismo.

Hipertensión y disfunción eréctil

Se ha demostrado que hasta el 70 por ciento de los hombres experimentan disfunción sexual en algún momento de sus vidas. Sin embargo, se estima que las dolencias pueden ser más comunes de lo que se cree actualmente, ya que muchos pacientes no acuden al médico durante muchos años.

Tradicionalmente se ha considerado de naturaleza psicológica y debe ser tratado por sexólogos o urólogos. No obstante, los informes de los últimos años indican que una causa importante también pueden ser los cambios ateroscleróticos en los vasos que reducen el flujo sanguíneo en las arterias que irrigan los genitales.

Vale la pena recordar que un factor de riesgo adicional también es la diabetes avanzada, la enfermedad coronaria, el estrés y el ejercicio excesivo.

La hipertensión cambia la estructura de los vasos sanguíneos del pene. Las arteriolas remodeladas están mucho mejor protegidas contra la alta presión, pero responden menos a la dilatación cuando son estimuladas por el nervio. Lo que, a largo plazo, podría desencadenar dinsfunción eréctil.

El tratamiento farmacológico de la disfunción eréctil debe iniciarse con la identificación del principal agente causal. Si se trata de hipertensión, debe tenerse en cuenta que algunos fármacos antihipertensivos pueden agravar la disfunción sexual.

Es esta una de las principales razones por las que no debemos automedicarnos, sino acudir al médico cuanto antes para iniciar el mejor tratamiento para nuestro caso.